Instantes que reflejan el carácter de un pueblo que aprecia sus condiciones permanentes y fugaces. Momentos que se filtran entre las rutinas y las obligaciones diarias para dotarlas de forma y de sentido. A través de estas formas se manifiestan los eventos que, regularmente o sin aviso, con diferentes apariencias y medidas, se adueñan de los espacios y los recodos de la ciudad. Con frecuencia, los focos, los reflejos y las brumas convierten los huertos o las plazas en escenarios de acordes y emociones. A veces, el asfalto, las baldosas o la tierra se maceran bajo las pisadas y el aliento del esfuerzo y la contienda. En ocasiones, son el fervor y el afecto los que, bajo el sol o en la iglesia, revelan el paso del tiempo y la trascendencia. Y cuando la historia, la vanguardia o la técnica se reúnen o concentran, los recintos y las calles se trasladan a otros parajes, al futuro o la Edad Media. Cada acontecimiento trasluce un enfoque diferente y único de Elche, pero todos retratan un pequeño ángulo de ese mosaico que conforman sus idas y venidas. Texto: Félix Arias