Llegó mecida por el mar, se desplazó cuidadosamente a través de las salinas y los huertos y fue acogida con entusiasmo en las entrañas de la villa. La Venida de la Virgen, enredada entre la historia y la leyenda, concentra muchas de las singularidades de la ciudad y simboliza el origen de sus costumbres. Por eso, su conmemoración se convierte en una oportunidad única para plasmar e inmortalizar la belleza y la trascendencia de las raíces ilicitanas.Vislumbrada entre los tibios destellos de las estrellas, alumbrada por el tenue fulgor de las antorchas, esclarecida por los tímidos rayos del sol de invierno y deslumbrada por los estallidos de la pólvora y el júbilo de su pueblo, la Mare de Déu de la Asunción regresa cada diciembre al lugar que la proclamó Patrona. A su lado, erguido y veloz, Francesc Cantó cabalga a lomos de su corcel, apremiado por la urgencia de hacer público su hallazgo y orgulloso de compartir con sus vecinos su fervor y su gozo. Entre ellos, por los paseos y las plazas caminan los coloridos heraldos, los cándidos angelets y los incondicionales fieles en una imperecedera estampa que no borran las distancias, el frío ni los años. Texto: Félix Arias