El Misteri se revela en la voz de los cantores, en el calor húmedo de agosto y en el inconfundible aroma a devoción y Festa. No obstante, la magia y la relevancia de este drama se traslucen también, con gran lucidez, a través de cada uno de las apariencias, los gestos y los detalles que conforman sus múltiples escenarios y protagonistas. A lo largo del andador y en lo alto del cadafal, la palidez y la inocencia de los rostros y las manos de los ángeles y las Marías contrastan con la robustez y el vigor de las turbaciones y las maniobras de los apóstoles y los judíos. Sobre los bancos, las sillas, los balcones y las tribunas, la multitud allí presente, ataviada casi siempre como en las ocasiones especiales, rasgan la quietud de Santa María con la profundidad de sus miradas y el ajetreo de los abanicos. Y en el cielo de la basílica, las formas y texturas granates y doradas que despliegan la Magrana y el Araceli, suspendidas ante la tensión armoniosa de la maroma, sustentan el misterio de la Asunción de la Mare de Déu. De esta forma, envuelta en los reflejos y los destellos del oropel, la Patrona concentra y da sentido a las principales instantáneas de la tradición ilicitana. Texto: Félix Arias